martes, enero 24, 2012

Cuento de ciencia ficción: Hombres de acero.

Este pequeño cuento lo escribí en fractal`11, en febrero del 2011, en el receso de una de las conferencias que se presentaron ese día (Fractal`11 fue un evento organizado por el grupo Fractal, en Medellín, que duró 2 día y se realizaron conferencias sobre la tecnología y la forma en la que ésta influye la sociedad. Más información, aquí)... lo que hace la "pasión" (O el empeliculamiento, como lo llamamos en nuestra ciudad ^_^).

Hago un pequeño preámbulo. El cuento es bélico, como consecuencia de algunas noticias que vi en esa semana sobre el conflicto armado en mi país. No apoyo la violencia, quiero ser claro en ese asunto. Sin embargo, pienso que el hombre es naturalmente violento como consecuencia de sus necesidades de reproducción, por lo que escenarios de este tipo son muy probables. No siendo más, he acá el cuento:


"Hombres de acero"

El sonido del silencio era aterrador. Desgarraba los oídos de los guerrilleros, quienes agazapados en su trinchera, esperaban realizar la emboscada. A veces el viento mecía las copas de los árboles, alguna alimaña se escudriñaba entre el monte, y los insectos de turno zumbaban cerca a las orejas. Era aterrador. Preferían escuchar el sonido de balas o de los "perros del estado" gritando "maten esos guerrilleros hijueputas", pero solo escuchaban el mosquito elegido, la libélula que pasaba, la chucha que corre. Con señas, el capitán les ordenaba permanecer en silencio e inmóviles ante la inminente llegada del enemigo.



Al capitán le pareció extraño escuchar tanta alimaña cerca, pues habían recorrido esas selvas desde hace 7 años y sabía que cuando las botas de los "libertadores" pisaban suelo y trotaban en busca de los "ideales del pueblo", hasta las alimañas corrían. Supuso que era algo bueno que los animales confiaran en los guerrilleros y caminaran entre ellos, eso significaban que estaban tan silenciosos que la naturaleza los asimilaba y se adaptaba a su presencia.

Pasaron 10 minutos en un estulto silencio. Las gotas de sudor se entremezclaban con la pintura camuflada de sus rostros. Helicópteros a lo lejos les indicaban que estaban en el lugar correcto, pero no habían pasado por ahí ni ejército ni el campesino delator que iba a guiarlos al campamento. Igual, apenas los cogieran de sorpresa, ajusticiarían al campesino y a toda su familia, porque "el que no está con nosotros, está contra nosotros". "No son sino sapos, con miedo al cambio estos campeches, que por mil pesos venden a su mamá..." decían.



Era un día soleado, hermoso para luchar por la patria, y tal vez para morir por ella. Los rayos de sol se reflejaban y refractaban en las gotas del rocío siemprevivo de la selva, y le daba al ambiente una esencia mágica, que animaba a la matanza y a la recompensa en la noche por cargarse encima todos esos perros soldados. Lechona y bailar, ¡Qué buena recompensa por tumbar la oligarquía!

Un sonido tenue traspasó el bosque, como el que genera un aerosol al ser accionado. Todos se alertaron. El capitán dio la orden de preparar armas, y luego...

Todo fue dolor y calor.



Se olía a raudales la esencia de pelo y carne quemada. 10 explosiones, casi simultaneas, habían arrancado los árboles del suelo, quemado los cuerpos de muchos "compatriotas" y los sobrevivientes empezaban a dispersarse. De la misma manera como explotó el bosque, uno a uno, los sobrevivientes iban cayendo, con balas que los atacaban de ninguna parte, de los árboles, de la tierra, de los copos de los árboles. Algunos cuantos movían de manera tenue sus manos para arrastrarse hacia sus armas, sus amigos, cualquier parte lejos de ese dolor de perder extremidades, de ese hedor a "compatriota" cocinado, hacia esa lechona, hacia esa música...

Una libélula pasó zumbando sobre los cuerpos defragmentados y moribundos, a través de cortinas de humo, troncos negros y el mismo silencio desgarrador de un principio. No había duda, todos estaban muertos, y si no lo estaban, pronto lo estarían.



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Era un día soleado, perfecto para que el satélite escaneara el terreno que les habían informado. Le habían estado dando seguimiento hacía una semana, y conocían las rutas de acceso al lugar, o al menos las principales. El avión fantasma volaba a ras de la estratósfera, haciendo un paneo térmico del terreno, para encontrar anomalías de temperatura. A esa altura, solo era un pequeño punto proyectado sobre el pavimento estelar, como un gaviota, o un pájaro que vuela alto. Como era de esperarse, la anomalía se encontró a 1 kilómetro de la entrada al campamento, latitud y longitud exacta, con un margen de error de 10 metros cuadrados. La tropa terrestre, presente en el lugar a 2 kilómetros radiales del campamento, abrió las 3 balijas venidas de la brigada, y sacaron los 5 modelos "firefly - IV" teledirigidos. Un grupo de 10 hombres (5 ingenieros, 3 estrategas, un soldado raso y el campesino informante), estaban frente a las pantallas que reflejaban lo que observaban los "Firefly - IV"

- Suéltenlos radialmente, con un ángulo de 1 grado entre ellos.
- Sí mi comandante



Las alas empezaron a zumbar suavemente. Los 5 modelos alzaron vuelo como pompas de jabón al viento, y se perdieron en la espesura del bosque. Pasaron 20 minutos, y uno de los ingenieros gritó:

- Listo mi comandante.
- Hmm... saquen las otras balijas. Orozco, rodee el perímetro.
- Si mi comandante.

3 soldados y un ingeniero más, se encargadon de sacar 10 balijas más grandes de los carros. El ingeniero procedió a abrirlas todas y a activar los modelos presentes en su interior. Cada maleta tenía una serie de 3 pantallas y diversos medidores de sonido, temperatura, presión atmosférica, humedad relativa y variaciones electromagnéticas, así como sensores de movimiento. Eran graciosas esas delicadas y peludas colas de los modelos "Sirte III" (Sistema de reconocimiento y ataque terrestre), parecían más juguetes que metralletas móviles. El ingeniero procedió a incorporarle los cartuchos de balas a cada modelo, y conectó via UWB (Ultra wide band) las 10 balijas. Acto seguido, desde una de ellas activó el algoritmo de manada y a través de una imagen satelital, determinó las coordenadas del terreno donde debían llegar los sirtes. Como la maleza, se perdieron en las fauces del bosque.



El general observaba todo desde lejos, en silencio, viendo pantallas, ingenieros con diademas, soldados rasos tras de ellos, un comandante caminando entre maletas, otro soldado preparando 5 morteros, un campesino lleno de terror, estupefacción e inmobilidad, y 3 carros todoterreno con capota. Susurró para sus adentros.

- Esto parece una operación de médicos. Me voy a quedar sin trabajo si esto se vuelve costumbre.

Los morteros estaban listos, cargados con 2 miterres (misiles teledirigidos por realimentación) cada uno. El firefly IV que rodeó el perímetro, se alzaba en el centro del mismo, y enviaba constantemente las coordenadas a los militares, que se elevarían y se dirigirían a donde estaba el modelo que se comunicaba con ellos, corrigiendo el trayecto a través de control realimentado de manera iterativa.


- Mi comandante, son 20 objetivos.
- Infórmeme cualquier eventualidad.
- Los sirtes están acomodados rodeando los objetivos para cuando se dispersen, mi comandante.
- Y el firefly, ¿ya está mandando las coordenadas?
- Sí mi comandante, los otros 4 modelos ya están volviendo. Espero su orden.
- Perfecto. ¡Soldados a los morteros, ar!
- ¡Sí mi comandante!

Con una mirada en espera de aprobación, el comandante se dirige al general. Un asentimiento ligero, acompañado de una mirada afirmativa, es todo lo que se ve, y el comandante da la orden.

- Soldados, a mi orden... ¡FUEGO!

2 misiles salieron despedidos de los morteros, generando un sonido ensordecedor, como un chorro de aire a presión, destrozando la tranquilidad del campamento improvisado e hizo saltar al pobre campesino, que seguía igual de aturdido que desde el principio. En el aire, el misil se dividió en 5 pequeños proyectiles cada uno, y se dirigieron hacia la espesura verde. Solo bastaron 3 minutos luego de la orden, para que el nuevo silencio derivado de la partida de los misiles se esfumara.



- Señor, se alcanzó el objetivo.
- Muy bien. Que los sirtes ataquen a todo lo que se mueva.
- Entendido mi comandante.
- Cuando termine la apelación, envíe al firefly para un reconocimiento de área.
- Si mi comandante.

Activando la orden de ataque de manada, el ingeniero indicó a los sirtes que atacaran todo aquello que tuviera movilidad, temperatura, y un volumen similar o mayor a un niño. Finalmente, el firefly sobrevuela el sector, para identificar el número de bajas.

- Mi comandante, Ok
- Entendido. Comuníque a las tropas de tierra que pueden entrar al área.
- Sí mi comandante.

A través de un mensaje codificado, el ingeniero encargado de los sirtes comunica con la brigada. Los sistemas son apagados, los sirtes vuelven automáticamente a la posición de sus balijas, guardan los fireflies, recogen los morteros, los meten en sus respectivos contenedores, guardan las balijas restantes, recogen la carpa improvisada con estructura tenségrida, y arrancan en los carros todoterrenos, con el general en el carro de en medio, hacia la brigada.



Bajas enemigas: 20
Bajas aliadas: 0

La operación IO ha salido todo un éxito. Ahora solo basta con contarla a los medios; los productores de series y las noticias harán el resto.

Enlaces relacionados:

Ciencia ficción: Un acercamiento personal

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